lunes, 3 de abril de 2017

Ensayo - 2013 - ¿Qué significa ser costarricense?


Somos humanos

<Antes de hablar de cualquier nacionalidad hay que hablar de humanidad>. 
Los seres humanos somos seres sociales, necesariamente gregarios. Al igual que cualquier otro mamífero buscamos aceptación de la manada y calentar nuestra sangre en las noches frías. Siguiendo la analogía de que la raza humana tiene comportamientos “zoociales", podemos comparar la biología humana con la del resto de los seres vivos. Por ejemplo, en la biología se conoce como especiación[1] al proceso donde individuos de la misma especie comienzan a diferenciarse y aislarse debido a barreras geográficas: ríos que toman nuevos cauces, derrumbes que cortan los caminos antiguos, escasez en la alimentación, depredadores que los amenazan, búsqueda de lugares más aptos para hacer sus guaridas.
Es entonces donde cabe la concepción de la humanidad como una única especie fue separada por límites geográficos, causantes de su descentralización, lo que provocó la aparición de rasgos ideológicos y organizativos distintos entre los pueblos (en  biología "subespecies"), los cuales con el tiempo se tornaron diferencias culturales (y genéticas), más tarde fueron los límites político-territoriales que hoy conocemos.
Los pueblos nacen a causa de circunstancias distintas lo que determina sus disimiles rasgos socioculturales, no obstante, la idea de la igualdad de oportunidades debe ser más que un concepto escrito en el papel. Los límites fronterizos, raciales,  y los conflictos religiosos, son lamentables manchas en la historia de la humanidad.
Al ser individuos con capacidad intelectual debemos cuestionarnos: ¿qué se necesita para erradicar la guerra?, ¿qué debemos hacer para crear sociedades saludables?, ¿cómo podemos acabar con la escasez de alimentos, agua, educación, salud?, ¿cómo forjamos una senda de esperanza para que haya un futuro, y si llegamos a ese futuro, ¿cuál será nuestro papel ahí? Sobre todo ¿cuál es mi compromiso hoy para que la humanidad se perpetúe con cimientos fuertes?
En síntesis, el concepto que queremos rescatar: la raza humana es UNA sola con leves diferencias fenotípicas[2] pero con necesidades espirituales y sociales similares, la utopía es sostenible mientras haya compromiso individual… Parafraseando a Galeano: “Para eso sirve la utopía… para caminar”.                                                                                                                

Somos ticas y ticos

El ser humano es un compendio de vertientes interminables y de posibilidades insospechadas, así de inacabable ha de ser la labor de describirle, pues una vez que se concluye hay que volver a comenzar, debido a su naturaleza de cambio constante, de ser inquieto, desafiante ante los reveses del mundo.
No obstante, cuando se quiere determinar el ser de una Nación se comienza por caracterizar a ese conjunto de personas que la componen, donde varias ciencias y ciertos términos son necesarios de abordar tan compleja labor, tales como: idiosincrasia, folclore, etnia, típico, costumbre, cultura, historia, materialismo cultural, arqueología, antropología, lingüística, sociología. Todos conceptos que nos dan una idea e intentan categorizar el espíritu de un pueblo, pero no logran atrapar esa esencia latente que vibra en los corazones y llama como el aroma de un delicioso "tamal asado" junto al vaho de un café recién "chorreado".
Costa Rica, este diminuto territorio que representa el 0.02 % de la superficie terrestre, es más que un lugar biológicamente diverso, se trata de una concepción más elevada. Lo dice la historia y lo respaldan las ciencias: la riqueza cultural de varias etnias nos compone, los ticos somos resultado de la adaptación de los antiguos imperios, de tendencias foráneas que nos abordan casi a quemarropa, víctimas necesarias de la globalización.
Todo ello es una realidad, somos una mezcla pluricultural o multiétnica, tomamos rasgos de otros y los hacemos nuestros, es cierto, así ha sido durante siglos. Lo que no es cierto es que los ticos no tengamos cultura, que nos sea necesario tomarla de los demás, el error al que hemos incurrido es pensar que nuestra cultura no es fuerte ni trascendente. Lo peor que hemos hecho los y las ticas es no volver nuestra vista al pasado. Pues lo antiguo puede llegar a ser lo más actualizado si se le aborda de maneras creativas. Se quiera o no, debemos investigar nuestros orígenes, ¿cómo se sabe que un “mustang” es en verdad un “pura sangre”?
Para conocer el presente, nuestro verdadero Yo costarricense, hay que investigar el pasado. El gran músico guanacasteco Fidel Gamboa dijo: “sé que a veces miro para atrás pero es para saber de dónde vengo”, luego de vernos claramente a nosotros mismos, asumirnos, podremos arar una senda hacia el mañana. La Patriótica[3] nos hace vibrar cuando en coro cantamos “Yo no envidio los goces de Europa, la grandeza que en ella se encierra, es mil veces más bella mi tierra con su palma, su brisa y su sol”. Hay que amar lo que somos no lo que creemos ser o lo que nos han dicho que somos, el diálogo se vuelve personal pero siempre necesitará de la colectividad para hacerlo perdurable.
Al decir pasado hablo de las raíces más primitivas (nativos costarricenses), de las culturas extranjeras que se fueron acoplando y las que vinieron después de fundada la República: esa fusión étnica que desemboca en el rompecabezas de colores, formas, ritmos, sabores e ideas que somos los ticos y las ticas.
Según la arqueología científica costarricense, la historia de los primeros habitantes de nuestro país se remonta a unos doce o trece milenios atrás. Tal hecho se debe principalmente a dos razones, la primera de ellas es la práctica tradicional de dividir la historia en dos etapas: la Historia antigua (prehistoria, por carecer de registros escritos) y la Historia escrita (a partir de 1502 con el arribo de los colonos). Causando que se desvaloricen las 675 generaciones de costarricenses anteriores a los periodos de la Colonia y la República.  La segunda razón, consiste en el fenómeno social que establecía distinciones entre hispanos e indígenas americanos, tendientes a la discriminación y al valor diferencial. A lo cual contribuyó la incursión adicional de un importante contingente africano[4].
A Costa Rica hay que amarla cual si fuera un ser vivo y decirle en un bolero de Ray Tico “No me pidas jamás lo imposible, porque es imposible dejar de quererte. Poder complacerte, dejar de adorarte. Eso es imposible”. El patriotismo aparece como pieza clave la aceptación, pero no de una forma arcaica, al contrario debe ser un patriotismo fresco, juvenil, llamativo y adaptable ante los tiempos, pero lo suficientemente fuerte para mantenerse intacto ante las amenazas externas, y reconocerse a sí mismo con todas sus partes y aristas.
La música como el lenguaje son rasgos inherentes de los pueblos, al escuchar decir: menudo, zagüate, chayote, escusado, trapiche, chorreador, charita, mae, tórsalo,  pizuicas, carambas, gallo pinto, tamalas, patacón, pan bon, chinela, veroliz, atollarse, chicasquil, tepezcuintle, arrevejido, cachimbear, menjurje, guayabo, tuanis, chiva. El conocimiento de esos dichos, palabras, costumbrismos, es reconocerse a sí mismo auténtico y único entre otros pueblos.
Ejerzo el derecho al cual hiciera referencia el inmortal turrialbeño Jorge de Bravo “Soy hombre, es decir, animal con palabras y exijo por lo tanto que me dejen usarlas”. Amarro mis ideas con delgados hilos de yute, quiero acceder a esa ruta de ustedes que Eunice Odio en  Epígrafe sugiere: “Tiende el oído y óyeme esta canción que es como semilla de estaciones”, y que la semilla crezca como un frondoso árbol de futuro. Carmen Lyra reclamaría en la voz de Uvieta: “-¿Idiay, qué quiere que haga? Allí estoy hace tres días dándole a aquella puerta y no me abren”, no solo abrir la puerta, también actuar para que las raíces sean fuertes.
Creo que hay un mañana donde la fusión se ensamble sin distinciones para que Walter Ferguson cante en su ronca voz “Old and the young, the great and the small everybody running to the carnaval, everybody running to the carnaval, I say[5]” en un día de carnaval.
Porque el ser tico es más que llegar tarde y "mentarle la madre" al "guachimán" porque hay una presa de los mil demonios. Somos excelentes cuando nos proponemos serlo, somos trabajadores, nuestras raíces campesinas nos llaman a gritos, los machetes y las bandolas de café esperan un reencuentro con la juventud. No hablo de quedarse estancados en el ayer, hablo de innovar con esa capacidad demostrada para solucionar los problemas y adaptarse.
Hemos sobrevivido a la corrupción política de tres administraciones seguidas, hemos sobrevivido al terremoto de Limón, al de Cinchona y al de Puntarenas, un Hospital trae sonrisas nuevas a los niños cada año, porque el tico es solidario, cada vez que puede le da una monedita al piedrero de la esquina que vive entre cartones y basura para que pueda pasar otra noche. La realidad a veces es más desesperanzadora de lo que podemos resistir porque “una es verla venir y otra bailar con ella”.
Sin embargo, “al que madruga Dios le ayuda”, y "de feria" “come pechuga”, no nos rezaguemos en conocernos como pueblo pues decía mi finado abuelo, que en paz descanse, “el buey lerdo bebe agua sucia”. Ese apodo “en vías de desarrollo” está bien puesto, podemos ir en vías de un desarrollo integral que incluya como principales ejes la cultura, la educación, la seguridad social, el medio ambiente, la solidaridad y la creación de soluciones desde nuestro suelo y con nuestros dotados cerebros.
Retomemos ese concepto de paz, que no sea solo una forma de politiquear de unos cuantos parias, la armonía sea primero con el yo costarricense y luego con el resto del mundo.
Para terminar, recordemos lo que el oriundo de Chepe, Luis Cháves, retrató: “La vida de afuera parece fluir con calma y naturalidad. Quiero que la vida de adentro también”. Al igual que él quiero un balance entre el ser verdadero costarricense y el ser tico, ese de las mejengas, el que se come un churchill con los amigos, la que se chanea para ir al baile, el que dice casi siempre “pura vida” aunque se lo esté llevando el carajo, o los que le meten el diente a una manzana acaramelada en un turno donde la atracción más "yogur" es la rueda de Chicago. O se echan unas birras cada finde acompañadas de boca de chifrijo con pico’e gallo encima. O se van de “ride” pal chante del mop que está bien rayado pero es buena nota aunque venga saliendo de la chorpa. Sias tonto, mae, si comienzo a hablar pachucadas me viene a traer mi mama de las mechas luego de darme un chillillazo con el cable de la plancha, porque quedé de ir a hacer la jama pal viejillo que está todo tullido pero todavía se las juega, usted lo viera con el saco al  hombro, se echa a la bolsa a cualquier carajillo.
Mejor ya termino con esta frase… Las mujeres no somos ni hembras, ni cabras, ni güilas, y decirle a un mae “pollo” está muy chafa, pero diay, dicen que el amor está furris y uno se vuelve todo loco. Sualma si me entendió esto último es porque es un gran pachuco… Dejáte de varas abombada o tulenco: "Ser polo es tuanis", záaa…
Noviembre, 2013
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[1]Especiación alopátrica. [2] Fenotipo: se entiende por el conjunto de rasgos físicos, fisiológicos o conductuales provenientes de un genotipo determinado. Por ejemplo: ojos verdes y ojos negros, ambos responden al genotipo del color de ojos pero se expresan en forma distinta debido a la expresión predominante de ciertos genes y de la interacción de dicha genética con el medio ambiente. [3] La patriótica costarricense. 1856. Canción folclórica. [4] Hurtado, L. 2004. GUAYABO Historia Antigua de Turrialba. Lit. e Imp. LIL, S.A. San José, Costa Rica. pp 147.  [5] “Viejos y jóvenes, los grandes y chicos todos corriendo al carnaval, todos corriendo al carnaval. Yo digo”.  Canción Carnaval Day.  Walter Ferguson Calypsonian de Cahuita.

RESEÑA: MALAS COSTUMBRES (RELATOS CORTOS- F&G EDITORES -GUA) - DENISE PHÉ- FUNCHAL




RESEÑA: MALAS COSTUMBRES (RELATOS CORTOS- F&G EDITORES -GUA) - DENISE PHÉ- FUNCHAL. 
Por Nathalie Cruz Mora. 



F&G Editores

Guatemala 2011


Crónica del encuentro con un libro de relatos cortos


Lo primero es la solapa. Por supuesto, tenía que ser roja y opaca (aunque pudo ser negra o blanca, o de cualquier otro color contundente). Una imagen de dos adolescentes de espaldas semipintados al lápiz y a la pintura acrílica (aunque pudo haber sido tiza o acuarela, o incluso lápiz de grafito). Comprendo que lo que encontraré no estará completo, o será demasiado completo para tragar de una vez, debe dejarse “a medias” para que pueda el lector terminar de pintar a su gusto.


La autora es la narradora omnisciente (¿o espectadora?). También la directora de cine y de la orquesta. Nos envía las ideas como pequeños acercamientos del lente a la profundidad humana. Un salir y entrar al plano, enfocar el detalle del poro, o el pensamiento. Repetir la toma, repetirla como si siempre hubiésemos sabido que era un escenario, pero caemos en cuanta de las butacas y el telón hasta la frase final. 



“La abuela duerme, Leticia medio dormida se levanta y se acerca, quita el seguro, abre la tapa, se acomoda junto a mí, cierra la tapa, me abraza y duerme de nuevo. Mamá nos arrastra hasta el cementerio, Leticia duerme y me dice que cuando estemos abajo contará hasta cien para dormir, le digo que no duermo, pero no escucha. La tierra cae sobre nosotros. Leticia duerme y yo no quiero que duerma conmigo. Intento despertarla pero ella duerme. Pienso en ella sentada en primera fila”. 



¿Qué es una buena costumbre?: ser pulcra, lustrar los zapatos, pasar de bonito a bonita; jamás querer ser bonita pero serlo para ayudar a mamá, sin engañarse a sí mismo.



Denise no teme ser cruda y honda, porque no hay otra manera de describir la realidad:



“A penas recuerdo cómo es caminar. Por las noches me invaden imágenes de mis pies pequeños, pies de pocos años que tocaban el piso de tierra del cuarto. Mamá me mantuvo amarrado a la silla hasta que no fue necesario, hasta que los golpes me liberaron de la cuerda y me entregaron al silencio”.


No hay una línea clara en el libro, es un revés de pequeños “cortos”, cintas cinematográficas que se detienen en fotografías precisas, muy al estilo del cine antiguo: corta aquí y une allá. Aunque quizá Denise sea costurera de una colcha tenebrosa, del horroroso monstruo de nuestra infancia, el “Coco”, el “Diablo”, o el “ropavejero”, el bicho del armario que se alimenta de nuestros miedos terribles. El corsé apretado de “las buenas maneras” para estar lindas y presas de las reglas definidas como “apropiadas” por alguien que no tiene nada que ver con nosotras.



Radiografía hacia uno mismo, e identificar el tumor en la pared luminosa, masa blanca en una familia destrozada, cuando los más cercanos son los verdugos. ¿Y a nosotros, hijos del colonialismo, quién nos dice la verdad? ¿Cómo escapamos de las garras y de las falsas creencias que nos instalaron como microchips en el subconsciente?


La autora también juega con nuestra mente cuando se torna metafísica y absurda, para visitar clínica 798 del pescador asesino y encontrar un colibrí.


Jorge Luis Borges, el maestro del relato, aluse a cierto tipo de escritores: "Comprendí que el trabajo del poeta no estaba en la poesía, estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable". Supongamos que Denise fuera poeta (esperen un momento, ¡lo es!). Solo supongamos, ella no es esa poeta del Aleph, Denise no tiene que alzar su voz a gritos, ella puede llegarnos por el delgado hilo del papalote en una tarde sin viento, hasta ahorcarnos con el cordel sutil, como las serpientes aterciopeladas, dueñas del relámpago dorado del que nos hablara Antoine de Saint-Exupéry. Ella endulza los oídos y luego muerde, así alcanzamos la bandada de pájaros. 


“Me perdí en caricias subcutáneas, en palabras no pronunciadas, en un cuerpo sin cuerpo, sin carne, sin peso que me acorralaba a la ventana. Sus manos no lidiaron con los botones, recorrieron mis piernas, abriendo paso al viento que simulaba la humedad de su boca. No recordé cómo gritar con la boca, pero mi cuerpo lo hizo, lo hicieron los poros, los nervios, mis ojos cada vez se encontraban con sus pupilas dilatadas, que absorbían mi voluntad y me transmitían imágenes de él en vida”. 


La sensación al cerrar la solapa roja y opaca, es la del vagón de tren que a toda velocidad nos pega el corazón a los huesos, nos deja sordos con su estridencia. Perdidos en el andén siendo solo niños pequeños. O estar fuera (en la sala de la casa) para enmadejarse en la trama del libro, un libro como un remolino; un sueño sobre el sueño, porque cuando se ve llegar la muerte, los ojos permanecen abiertos y aprenden a ver de manera distinta.



Denise Phé-Funchal (Guatemala, 1977)
Escritora, socióloga y docente universitaria de literatura europea y composición en la Universidad del Valle de Guatemala. Cuenta con un posgrado en teoría de género y ha realizado estudios en psicología social e historia.

Ha publicado la novela Las Flores (F&G Editores, 2007), el poemario Manual del Mundo Paraíso (Catafixia Editores, 2010), el libro de cuentos Buenas Costumbres (F&G Editores, 2011), la novela Ana sonríe (F&G Editores, 2015) y la novela para jóvenes La habitación de la memoria (Alfaguara, 2015).

Sus cuentos han sido publicados en las antologías Sin Casaca (Centro de Cultura Española, Guatemala, 2008), Región (Interzona Editora, Argentina, 2011), Memorias de la casa (narradores) (Índole Editores, El Salvador, 2012), Ni hermosa ni maldita (Alfaguara, Guatemala 2012), Un espejo roto (Guaymuras, Tegucigalpa, 2014), Zwischen Süd und Nord (Unionsverlag, Alemania, 2014), Cuerpos, relatos eróticos por mujeres (F&G Editores, 2015), Una región de historias (La pereza Ediciones, Miami Florida, 2015), The novel of the world, (Fondazione Arnoldo e Alberto Mondadori. Milán, 2015) y Kafakaville (El cuervo, editorial, Bolivia, 2016). 

Sus poemas aparecen en las antologías Poesía para todos (Óscar de León Palacios, Guatemala, 2011) y Memorias de La Casa (Índole Editores, El Salvador, 2011).


RESEÑA: LA TERRIBLE NOCHE (POESÍA- PERRO AZUL-CR) - GUILLERMO SÁENZ PATTERSON. POR NATHALIE CRUZ MORA


RESEÑA: LA TERRIBLE NOCHE (POESÍA- PERRO AZUL-CR) - GUILLERMO SÁENZ PATTERSON. 
Por Nathalie Cruz Mora. 

Ediciones Perro Azul

Costa Rica, 2016



Como el superhombre de Nietzsche, El Poeta, se crea a sí mismo sin necesidad de un dios, y desarrolla una nueva perspectiva del mundo (su mundo) y de la forma de cómo percibe los estímulos externos que responden a sus más oscuros impulsos interiores.



Darwin quizá lo llamaría “el más fuerte”, el que puede adaptarse al medio (hostil y literario) sin perder los rasgos más notables de su especie, tal vez el último, o casi el espécimen final, como las criaturas legendarias que nos hacen fantasear de terror y misterio.



Guillermo Sáenz Patterson, fresco e invariable a sus 73 años, aún es capaz de despertar en las nuevas generaciones interés y admiración por su obra, furiosa y sin tiempo.



¿Qué hace inmortal a un artista? “Only time”, si parafraseo a Enya, y es que, en Guillermo leemos la solemnidad y la música traída a las calles josefinas, donde la vida y la muerte pugnan en un juego de naipes por la totalidad; también hay un portal hacia el bosque de Baco donde las doncellas se rinden a la belleza de un hombre que a veces es él, a veces otro.


“Dar un poema como recibirlo

tiene su castigo”



Billy lo sabe bien, porque para él muchas noches han sido terribles. Cuando su libro llegó a mis manos la imagen de un iceberg desfiló ante mí. La blanca y macabra nieve capaz de detener la sangre, el pavor de bucear en agua helada para encontrar el tesoro que aguarda bajo la superficie, en la cara oculta de la masa de hielo: una ternura infinita.




En su último libro “La terrible noche”, publicado por Ediciones Perro Azul (2016) y prologado por Rodolfo Häsler, nos lleva a recorrer los años del poeta desde 1974 a 2016, 43 años de vigencia artística, línea del tiempo para una poesía sincera y de estilo apenas ligeramente variable, que consagra su voz como potente e histórica en Costa Rica.



Billy es ángel y demonio, entrambos: el andrógino, el equilibrado portador de la antorcha, capaz de apagarla en cualquier momento y dejarnos a oscuras. Nos ofrece un licor rojo, y en el mismo vaso: la sequedad del milenario mar.



La filósofa española María Zambrano dijo: “hay cosas que no pueden decirse, y esto es cierto. Pero esto que no puede decirse, es lo que se tiene que escribir”; y es justo lo que hace el poeta que hoy nos congrega ante sus letras. En la poesía de Guillermo no hay demi-mesures, en cambio sí muchas verdades políticamente incorrectas.


“Cuándo será mi noche

estoy desgarrado y solo.

Los ruidos habituales y la crueldad de los vecinos.


La luz del sol es borrosa. Es ella o nadie.


Los ruidos secos pasan como fantasmas, de un cuarto a otro,

de un mundo a otro.


Abro la puerta, desnudo los espero.


Enciendo la radio. Díganle que nada me importa.


¡Es ella! Se tira el pelo en la frente y adopta una pose dramática.


Todos mantienen sus posiciones.


Algunos son más humildes e hipócritas y consideran.


Cada quien se muestra definitivo; eso es propio de provincia.


Así mueren.


Creyéndose grandes personajes, pasan y saludan”.



(Fragmento de Puente del Marinero, 1991)



Converge en la obra de Guillermo Sáenz Patterson lo maldito y lo elevado. A veces le dice a alguna mujer:“eres un bouquet de las flores del mal”. ¿Es él un poeta maldito como Baudelaire? No. Maldito es el miserable. Billy es el vampiro que vino de otra dimensión con una pluma contundente y sutil.




“Un puñal (2014)


Un puñal se clava en tu pecho y florece.


El viento arrastra los pétalos


rosa vertida en la espina.


Sangre es tu piel de amor



más que la vida misma.


La agonía de un beso.


¡Me escuchas!


Más que la muerte y el olvido


más que la desnudez salvaje con que me acoges.



Morir es escuchar tu latido con el mío


tu espíritu con mi carne


como todo lo que parte


me dejas con tu fantasma.


Me hundo en el abismo donde me hieres


donde vago como una bestia. 


Amor, en la noche donde los astros parten,


donde las calles son esquinas suicidas.


Mendigo de tus pasos no hay regreso”. 




El poemario lanza preguntas necesarias: ¿Tiene la belleza suprema su olvido? ¿Cae dulce el atardecer en el parque El Farolito? ¿Fue Margoth una dama blanca o sangrienta o, inevitablemente, ambas? ¿Este hundirse en la eternidad es la vida de los suicidas? ¿Cada puta lleva su cruz? O ¿al menos alguna vez todos hemos sido una puta?




“Clava más hondo,


mina herida en otros cielos.


Rapiña es la callejuela


ladrón del brillo de las pupilas.


Pieles que no serán mías


se entregarán a la orgía.


Que el salvaje antepasado


conjure la ternura”.




Me sumerjo en la expedición arqueológica bajo el hielo, hacia los confines de la génesis; desmenuzo cada molécula que compone su poesía: con escalpelo escudriño la oscura necrosis. No llevo traje anti-frío, quedo a merced de sus muchas verdades, al filo de vacíos y deleites. Pero él trae entre brazos un barril de fuego para calentar la indigencia en esta “isla siniestra” que es un iceberg.



Guillermo Sáenz Patterson, San José, Costa Rica, 1944.




Poeta y ensayista. Ha publicado: El Caminante y Otros Soles, Poesía 1972; Consideraciones sobre la literatura y la democracia costarricense, ensayo 1972; De lluvia y sol, ensayo, 1972; De luz y eternidad, poesía, 1983; Cósmica Luz, poesía 1983; Narciso o la transfiguración del ángel, poesía 1984; Poemas a Lucrecia, poesía 1985; Aurora de la rosa, poesía ,1989; Laberinto de la estrella, poesía, 1991; Para Noxia, poesía 2006; Herida de Mordiscos, poesía, 2014; La Terrible Noche, antología poética, 2016. Ha sido incluido en diversas antologías. Poemas, relatos y ensayos críticos de su autoría, se publican en revistas y suplementos literarios internacionales. 



Foto por Julia Henríquez

martes, 7 de febrero de 2017

Quiero arrancarme la piel
           quebrarme los huesos
ahogar en los pozos mis pulmones
rebanar mis corneas, 
       dejar de percibir la luz
quedarme en las sombras 
mutilada por mandíbulas de hormigas
escupida por venenos de serpientes 
la maldición la trae mi rostro
mi cuerpo cansado avanza 
                     entre piedras recurrentes
Una joroba en mi espalda
caparazón que no me libra de los golpes.
Quiero que todas las cosas se silencien 
exploten y se conviertan en nada.
Algo que me permita narcotizar el dolor
Apagarlo.
Apagarme
                indefinidamente.  

sábado, 1 de noviembre de 2014

Dolor


Alejandra,
tus cicatrices
transpapelan las mías.

II

El dolor aviva,
y a dos salamandras
quema.

jueves, 30 de octubre de 2014

El juicio de la sirena


Señor juez, ¡me declaro culpable!:


De pensarlo casi a todas horas, él es como esas fragancias que se quedan adentro, a pesar del sudor y a pesar de los besos, o mejor dicho, a causa del sudor y a causa de los besos.


Declaro que su ternura casi siempre me asalta, un desliz a mi frío racional y a mis murallas, lo puedo comparar quizá con el viento, pues no admite barreras, colado por los poros y las rendijas de las puertas, o brillando tras las cortinas cuando la luna se enfada y se le enrojecen las mejillas.


Quizá las palabras de algas que me salen por la piel, puedan abrumar su rebeldía, solo equiparable con la mía. Vivo prendida de cada cosa suya, de su abdomen, de su risa, de su obstinación y su sueño pesado.


Verdad, señor Juez, que las almas se hablan sin hablarse y los besos son puentes que se tiran unas a otras, unas muy raras, muy únicas quieren encontrarse, por eso se besan. Y mis dedos sobre su piel son las llaves a otro tiempo, más allá de los cuerpos, más allá de nuestros hermosos cuerpos en sus hermosas danzas improvisadas.


Si me debe condenar, señor Juez, hágalo, pero mi halcón ya dice que su bosque es su casa, y pide volver para sobrevolar sus picos y montañas. No me hable de racionalidad, de comedidos actos, si tiene que enviarme al exilio, hágalo.


Intente contener un fuego: tiene dos vías: o lo quema o se le apaga. Señor Juez, átame al respaldar de la cama, mi cariño de tsunami puede ser contraproducente para él, las sirenas solo queremos sumergidas bajo el agua, y nuestros cantos o lo atrapan, o lo matan…


Sí, señor Juez, mea culpa, dícteme una sentencia.


miércoles, 15 de octubre de 2014

Personal de limpieza

El día resultó fatigoso, ¡limpiar no es jugando! 

Decía que limpiar era una catarsis, un poner en orden lo que está fuera de lugar, un tallarse mucho la piel para quedar aséptica, resultaba que lo veía como una metáfora: el orden de afuera se reproducía adentro de ella, y sentía un alivio delicioso, como fumarse un cigarro o comerse un chocolate durante su Síndrome Pre Menstrual... el mismo efecto de la drogas permitidas. 

Lo malo es que le costaba tanto llegar a ese momento de homeostasis donde cada cosa refulgía desde su sitio preciso: el piso de madera brillaba despidiendo un olor intenso a petróleo; las ventanas -esas nunca estaban lo suficientemente limpias-, las lustraba con ahínco, pero cada vez que pasaba el trapo colmado con desinfectante, quedaba un rastro de pequeños pelitos blancos que lo arruinaban todo, entonces usaba un periódico para dar la limpieza final, pero luego veía una diminuta mancha blanca que le impedía contemplar con claridad el luminoso día sucediendo afuera, por lo tanto, volvía sobre sus pasos para comenzar nuevamente. No terminaba hasta que sus ojos se reflejaban brillando en el vidrio o, si se arriesgaba, soltaba una ligera sonrisa y sus dientes de un perfecto blanco se asomaban tras sus constipados labios. 

El caso es que el día había sido extenuante, entonces, para descansar se sentó en su máquina de escribir la cual estaba llenecita de polvo, las teclas con costras cafés tenían las formas redondeadas de los dedos que con dificultad lograban accionar el viejo mecanismo. Sintió un ligero vértigo al imaginar la cantidad innumerable de bacterias que la colonizarían por el solo hecho de colocar sus dedos de manera sutil sobre los rectangulillos del teclado Qwerty. 

El tocadiscos dejó escuchar el indiscutible carraspeo de Ella, y ella apechugó su miedo ante los espectros que encierra la suciedad externa, y armada con una taza de café en su mano derecha, al lado: el cenicero, se dispuso a poner orden en su casa interior. Donde el desaseo probablemente ya ostentaría todo un arsenal de monstruos mitológicos. No tuvo miedo, por esta vez tenía al mejor compañero de contienda: Cortázar había venido desde el averno, el gigante de ojos tiernos le cuidaría la espalda. 

¡Qué buena suerte!, porque limpiar no es jugando.